Extrañamente, una de las relaciones más difíciles de
llevar es la del matrimonio. Muchos
matrimonios terminan en un divorcio; y los que no terminan así, generalmente
sufren de tensiones, que quitan la felicidad conyugal. Este problema no es nada
nuevo. Era igual en Éfeso. Por eso Pablo dedica una sección de su carta
a tratar el asunto de cómo una pareja cristiana debe vivir dentro del
matrimonio.
La afirmación fundamental es: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (v.21). ‘Por temor a Dios’, dice Pablo, ‘cada
creyente debe asumir su responsabilidad de someterse mutuamente’. Eso va en contra de la corriente moderna de
este mundo (ver Efe 2:2), que pone el énfasis sobre nuestros derechos, y no
sobre nuestras responsabilidades.
Seguramente, las cosas no eran tan diferentes en Éfeso, hace 2,000 años.
Los varones pensaban que era su derecho
tener relaciones sexuales fuera del matrimonio; y las esposas correspondían a
eso, considerándose libres para faltarle el respeto a sus esposos. De este modo,
la relación más íntima que puede haber sobre la tierra, se degeneraba, trayendo
mucha infelicidad a ambas partes.
Habiendo establecido el principio general del
sometimiento mutuo, Pablo procede a detallar las responsabilidades
particulares, tanto del varón como de la mujer.
Aunque tendrá mucho que decirle al varón (v.25-33a), él empieza con la
mujer (v.22-24). Su responsabilidad fundamental
es estar sujeta a su propio marido (v.22).
¿Por qué? Porque el esposo es “cabeza de la mujer”; es decir, de su
esposa (v.23). Pablo explica el concepto
de ‘cabeza’ en 1 Cor 11:3, 8-9. Tal como
Cristo se somete al Padre, y la Iglesia se somete a Cristo, así las esposas
deben someterse a sus esposos.
Notemos dos detalles que Pablo señala. La mujer debe
someterse a su esposo “como al Señor”
(v.22b); es decir, con amor, respeto y reverencia – no de mala gana, o fingidamente. También debe someterse “en todo” (v.24b); no sólo en las cosas que ella quiere, o que le es
fácil hacerlo. Claro, la palabra “todo” tiene ciertos límites. Si el esposo le ordena hacer algo que va en
contra de la Palabra de Dios, entonces la mujer tendrá que indicarle al esposo
la necesidad que ella tiene de someterse a Dios, antes que a un hombre.
En cuanto al marido, su mayor responsabilidad es amar
a su esposa (v.25). ¡Suena fácil! Pero notemos algunos detalles acerca de este
amor:
-
El verbo en griego es ‘agapao’, que significa el amor
divino. Es un amor mucho más serio que
simplemente ‘querer’ o ‘estar enamorado’.
Es un amor que nunca deja de ser, y tiene las características que Pablo
menciona en 1 Cor 13:4-7.
-
El esposo debe amar a su esposa “como Cristo amó a la iglesia”
(v.25b). ¡Qué modelo de amor más
desafiante! Cada esposo debe tomar a
Salomón, en Cantar de Cantares, como el modelo a seguir; porque en ese libro,
Salomón representa a Cristo, en Su amor por la Iglesia.
-
El esposo debe amar a la esposa en
tal manera que se sacrifica por ella, tal como Cristo se entregó por la
Iglesia, al morir en la cruz (v.25c). Se
trata de un amor sacrificial. No un amor
que exige ciertas cosas de la esposa, sino un amor que se entrega por la
esposa; se sacrifica por ella, para cuidarla.
REFLEXIÓN: Si somos casados, ¿estamos cumpliendo
nuestras responsabilidades?
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