El creyente es una persona que ha experimentado la
tremenda gracia de Dios (Efe 2). Por
consiguiente, tiene la responsabilidad de vivir una vida trasformada. Esa transformación se manifestará, primero,
en su vida de iglesia (Efe 4:1-16); pero también debe manifestarse, en su vida
personal, en la sociedad. Este es el
tema que Pablo trata en Efe 4:17 – 5:20.
Pablo retoma, del v.1, la idea fundamental de vivir
dignamente, como hijos de Dios. Ahora lo
pone en forma negativa: “ya no andéis como los otros gentiles”
(v.17). La manera en que los ‘gentiles’
viven refleja su condición espiritual: andan “en la vanidad de su mente” (v.17b), tienen “el entendimiento entenebrecido” (v.18a), son “ajenos a la vida de Dios” (v.18b), y hay una “ignorancia…en ellos” porque tienen corazones endurecidos (v.18c);
además, “perdieron toda sensibilidad”
espiritual (v.19a). Por eso los
inconversos se entregan a una vida de ‘placer’, cometiendo “toda clase de impureza” (v.19b). Pablo está describiendo la vida en Éfeso hace
2,000 años, pero suena muy familiar. La
gente hoy en día vive en la misma manera, porque están en exactamente la misma
condición espiritual. Pueda que el ser
humano haya avanzado mucho tecnológicamente; pero, moral y vivencialmente, no
ha cambiado en nada.
El creyente es una persona que ha sido radicalmente
transformada por el poder de Dios. Pero
debe evidenciar esa transformación interna, por medio de una
transformación externa – en su comportamiento.
‘Si en verdad han aprendido el evangelio’ (v.21), dice Pablo, ‘deben
despojarse del “viejo hombre”
(v.22a), y deben vestirse del “nuevo
hombre” (v.24a)’. El “viejo hombre” es la vieja
naturaleza. Ella tiene impulsos muy
fuertes; pero no se puede confiar en esos impulsos, porque el ‘viejo hombre’
está “viciado conforme a los
deseos engañosos” (v.22b).
Lo que el verdadero creyente debe hacer es renovar su
forma de pensar (v.23), y aprender a comportarse conforme a los impulsos del “nuevo hombre” (v.24a). Esos impulsos sí son confiables, porque el
‘nuevo hombre’ ha sido creado por Dios, y sus impulsos (deseos) son
caracterizados por “justicia”, “santidad” y “verdad” (v.24b).
El apóstol procede a detallar ciertas áreas de
comportamiento, que en una sociedad como la de Éfeso era imprescindible
enfatizar:
-
Hablar la verdad, no la mentira
(v.25).
-
No guardar resentimiento y enojo
(v.26-27, 31).
-
No robar, sino trabajar para ser
generosos (v.28).
-
No hablar palabras corruptas
(v.29).
En términos generales, los creyentes deben ser buenos
con los demás (v.32), y no entristecer al Espíritu Santo (v.30a), porque es por
medio del Espíritu Santo que los creyentes son “sellados para el día de la redención” (v.30b). El ‘sello’ indica que somos verdaderos
creyentes, y nos da la seguridad de nuestra salvación (ver Efe 1:13-14).
REFLEXIÓN:
El ‘mundo’ necesita mucha bondad, misericordia y perdón (v.32). El creyente es la única persona que puede
ofrecer estas cosas, gracias a la tremenda obra de salvación que Dios ha hecho
en él. Lo triste es que demasiadas veces
estas cosas brillan por su ausencia en la misma Iglesia. ¿Qué estamos haciendo nosotros para promover las
cualidades de bondad, misericordia y perdón, donde vivimos y trabajamos?
GRACIAS POR ESTA PUBLICACIÓN LA CUAL ES DE SUMA IMPORTANCIA PARA TODA LA HUMANIDAD, YA QUE HACEN FALTA HOMBRES NUEVOS CON ESTAS CARACTERÍSTICAS PARA PODER TENER UN MUNDO Y UNA SOCIEDAD DIFERENTE; QUE ESTA MURIENDO POR SERES EQUIVOCADOS CON INTERESES MEZQUINOS, EGOÍSTAS QUE ENCONTRAMOS EN TODOS LOS NIVELES SOCIALES. ESPERO CONTINUAR LEYENDO MAS ACERCA DE ESTE TEMA. BENDICIONES. NECESITAMOS HOMBRES NUEVOS.
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