Al parecer,
Moisés no esperó la llegada de su hermano, Aarón, sino que se dispuso a
obedecer a Dios inmediatamente (v.18).
Moisés no le dijo a su suegro todo lo que iba a hacer. ¿Por qué no?
Quizá no le habría permitido llevar a su hija (v.20), por los riesgos
que correría al confrontar a Faraón.
Una vez que
Moisés tomó la decisión de obedecer a Dios, Dios le siguió hablando. Le dijo una serie de cosas importantes:
-
‘Los que querían
matarte ya han muerto’ (v.19).
-
‘Lleva tu vara para
hacer las señales delante de Faraón también’ (v.21a).
-
‘Voy a endurecer el
corazón de Faraón’ (v.21b).
-
‘Al final, tendré que
matar a su hijo primogénito’ (v.23).
En el camino
ocurrió un incidente muy extraño, en el cual Moisés casi muere (v.24-26). El problema era que uno de sus hijos no había
sido circuncidado (v.25). Moisés tuvo
que aprender que el siervo de Dios tiene que vivir en obediencia a la Palabra
de Dios; si no lo hace, arriesga su vida y su ministerio.
Cuando Aarón
llegó, todo estaba listo para poner en marcha el plan de salvación (v.27). Moisés primero le contó a Aarón lo que Dios
le había dicho (v.28); luego los dos fueron a los ‘ancianos’ de Israel, y hablaron
con ellos (v.29) - aunque en realidad, fue Aarón quien habló e hizo las
señales (v.30). El resultado de todo eso
fue FE y ADORACIÓN (v.31).
REFLEXIÓN: Desobedecer a Dios es peligroso; arriesgamos
Su ira. Obedecer a Dios es sabio;
traemos bendición a nuestras vidas, y a las de otras personas.
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