En estos versos Pablo explica la doctrina de la
salvación. Lo hace, contestando tres
preguntas importantes.
1.
¿Por
qué necesitamos ser salvos? (v.1-3)
Necesitamos ser salvos porque somos pecadores
(v.1). El pecado cosiste en seguir “la corriente de este mundo” (v.2a), en
vez de obedecer a Dios. La “corriente de este mundo” significa la
forma de pensar y actuar de las personas que no conoce al Señor. Aunque los seres humanos se jactan de estar
libres para hacer lo que quieren, la verdad es que su forma de pensar y actuar
están controladas por el “príncipe de la
potestad del aire” (v.2b) – Satanás.
El pecado consiste en satisfacer “los
deseos de nuestra carne” (v.3a); es decir, de nuestra naturaleza
pecaminosa. Esta naturaleza pecaminosa
se manifiesta en “la voluntad de la carne
y de los pensamientos” (v.3b). Nuestros cuerpos generan deseos ‘carnales’ que
satisfacemos a nuestro antojo, pasando por alto la Palabra de Dios, y
dejándonos guiar por lo que el ‘mundo’ hace (bajo la influencia de Satanás). Lo mismo ocurre con nuestros
pensamientos. Nuestra mente genera
preguntas que contestamos a nuestro antojo, siguiendo lo que el resto del
‘mundo’ piensa, en rebeldía contra nuestro Creador.
‘Todo eso es pecado’, dice Pablo, ‘y produce dos cosas
en nosotros. Nos coloca bajo la ira de
Dios (v.3c), y genera una condición de muerte espiritual (v.1a)’. La ira de Dios es simplemente Su decisión de
juzgar y castigar el pecado; y la muerte espiritual es aquella condición de
vida en la cual somos insensibles a la presencia de Dios, e incapaces de
responder a Él en obediencia y santidad de vida.
2.
¿Cómo
nos salva Dios? (v.4-9)
Si estamos ‘muertos’ espiritualmente, es obvio que no
podemos hacer nada nosotros mismos para salvarnos. Dependemos completamente de la misericordia
de Dios (v.4) Felizmente, Él decidió
hacer algo para salvarnos – “nos dio vida”
(v.5b). ¿Cómo lo hizo? La respuesta está en la frase, “juntamente con Él” (v.5c); es decir, con
Cristo. Su muerte, resurrección y
ascensión fueron a nuestro favor (v.6). Tal como el pecado y la muerte entraron
al mundo por Adán (Rom 5:12), así la justicia y la vida eterna entraron por
Cristo, el ‘Segundo Adán’ (Rom 5:15-19; 1 Cor 15:22). Lo que nos vincula con Adán es algo
biológico; él es nuestro ancestro físico. Lo que nos vincula con Cristo es algo espiritual
– la fe. Es por la fe que estamos 'en
Cristo', y estando en Él somos una nueva creación (2 Cor 5:17). Así que la salvación es por medio de la fe
(v.8a); y sólo aquellos que creen en Cristo serán salvos (Hch 4:12). Dado a que aun la fe que nos salva es un
regalo de Dios (v.8b), no tenemos nada de qué jactarnos. La salvación no es por obras, sino por la
gracia (el amor inmerecido) de Dios (v.4, 5, 8).
3.
¿Para
que nos salva? (v.10)
Dios no nos salva para que luego vivamos como
queramos, sino que nos salva para que hagamos “buenas obras”; las buenas obras que Él determinó de antemano que
hagamos. Dios nos libra del pecado, para
que seamos Sus siervos (Rom 6:17-18).
REFLEXIÓN:
Si Dios ha hecho tanto por nosotros, ¿estamos dispuestos a entregarnos completamente
a Él? ¿Estamos dispuestos a dejar el
pecado, para vivir una vida de santidad?
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