viernes, 12 de octubre de 2012

'La Grandeza de Nuestra Salvación' (Efe 2:1-10)



En estos versos Pablo explica la doctrina de la salvación.  Lo hace, contestando tres preguntas importantes.

1.   ¿Por qué necesitamos ser salvos? (v.1-3)

Necesitamos ser salvos porque somos pecadores (v.1).  El pecado cosiste en seguir “la corriente de este mundo” (v.2a), en vez de obedecer a Dios.  La “corriente de este mundo” significa la forma de pensar y actuar de las personas que no conoce al Señor.  Aunque los seres humanos se jactan de estar libres para hacer lo que quieren, la verdad es que su forma de pensar y actuar están controladas por el “príncipe de la potestad del aire” (v.2b) – Satanás.  El pecado consiste en satisfacer “los deseos de nuestra carne” (v.3a); es decir, de nuestra naturaleza pecaminosa.  Esta naturaleza pecaminosa se manifiesta en “la voluntad de la carne y de los pensamientos” (v.3b).  Nuestros cuerpos generan deseos ‘carnales’ que satisfacemos a nuestro antojo, pasando por alto la Palabra de Dios, y dejándonos guiar por lo que el ‘mundo’ hace (bajo la influencia de Satanás).   Lo mismo ocurre con nuestros pensamientos.  Nuestra mente genera preguntas que contestamos a nuestro antojo, siguiendo lo que el resto del ‘mundo’ piensa, en rebeldía contra nuestro Creador.

‘Todo eso es pecado’, dice Pablo, ‘y produce dos cosas en nosotros.  Nos coloca bajo la ira de Dios (v.3c), y genera una condición de muerte espiritual (v.1a)’.  La ira de Dios es simplemente Su decisión de juzgar y castigar el pecado; y la muerte espiritual es aquella condición de vida en la cual somos insensibles a la presencia de Dios, e incapaces de responder a Él en obediencia y santidad de vida.

2.   ¿Cómo nos salva Dios? (v.4-9)

Si estamos ‘muertos’ espiritualmente, es obvio que no podemos hacer nada nosotros mismos para salvarnos.  Dependemos completamente de la misericordia de Dios (v.4)  Felizmente, Él decidió hacer algo para salvarnos – “nos dio vida” (v.5b).  ¿Cómo lo hizo?  La respuesta está en la frase, “juntamente con Él” (v.5c); es decir, con Cristo.  Su muerte, resurrección y ascensión fueron a nuestro favor (v.6). Tal como el pecado y la muerte entraron al mundo por Adán (Rom 5:12), así la justicia y la vida eterna entraron por Cristo, el ‘Segundo Adán’ (Rom 5:15-19; 1 Cor 15:22).  Lo que nos vincula con Adán es algo biológico; él es nuestro ancestro físico.  Lo que nos vincula con Cristo es algo espiritual – la fe.  Es por la fe que estamos 'en Cristo', y estando en Él somos una nueva creación (2 Cor 5:17).  Así que la salvación es por medio de la fe (v.8a); y sólo aquellos que creen en Cristo serán salvos (Hch 4:12).  Dado a que aun la fe que nos salva es un regalo de Dios (v.8b), no tenemos nada de qué jactarnos.  La salvación no es por obras, sino por la gracia (el amor inmerecido) de Dios (v.4, 5, 8).

3.   ¿Para que nos salva? (v.10)

Dios no nos salva para que luego vivamos como queramos, sino que nos salva para que hagamos “buenas obras”; las buenas obras que Él determinó de antemano que hagamos.  Dios nos libra del pecado, para que seamos Sus siervos (Rom 6:17-18).

REFLEXIÓN: Si Dios ha hecho tanto por nosotros, ¿estamos dispuestos a entregarnos completamente a Él?  ¿Estamos dispuestos a dejar el pecado, para vivir una vida de santidad?

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