Si somos hijos de Dios (v.5), entonces somos Sus
herederos (Rom 8:16-17). Esta es la
siguiente bendición espiritual que Pablo menciona (v.11a). Él no detalla el contenido de esa “herencia”; simplemente afirma que somos
herederos de Dios porque hemos sido “predestinados
conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su
voluntad” (v.11b). Nuestra salvación
está en las manos de Dios, porque el la ideó desde la eternidad.
Pablo una vez más recalca que el propósito principal
de nuestra salvación es la gloria de Dios (v.12a). Sólo eso explicaría por qué Dios creó la raza
humana, sabiendo que iba a caer en el pecado.
Él no creó la raza humana para su propia felicidad, sino para que la
raza humana sea un instrumento para Su gloria. Lo que es cierto de la raza humana en
general, es aún más cierto de la Iglesia.
Ella también existe para la gloria de Dios. Y la Iglesia es el conjunto de personas que
han creído en Cristo (v.12b).
La frase, “nosotros
los que primeramente esperábamos en Cristo” (v.12b), refiere a los judíos. Ellos fueron los primeros que creyeron en
Cristo. En el Antiguo Testamento, Dios
habló de la venida del Mesías (= Cristo), y los judíos comenzaron a esperar Su
venida. Lo hicieron en tal manera que
Pablo puede describir a Cristo como “la
esperanza de Israel” (Hch 28:20). Y
aunque los líderes judíos rechazaron a Jesús como el Mesías, después de Su
muerte y resurrección miles y miles de judíos pusieron su fe en Él. La Iglesia cristiana fue, inicialmente, una
Iglesia compuesta casi exclusivamente de judíos (Hch 2-7). La elección de Israel, en el Antiguo
Testamento, y todas las profecías dadas a los judíos acerca de la venida de
Cristo, indica que los judíos conservan el derecho de ser los primeros en
escuchar el evangelio. “Al judío primeramente…”, dice Pablo (Rom
1:16). Ver Mateo 10:6 y Hch 13:26, 46.
El apóstol concluye esta lista de bendiciones
espirituales hablando del Espíritu Santo (v.13-14). El Espíritu Santo es el
instrumento por medio del cual Dios el Padre ‘sella’ al creyente (v.13). Él fue prometido como una parte esencial del
nuevo pacto (Joel 2:28; Ezeq 36:27; Is 44:3).
Por eso Pablo puede llamarlo, “el
Espíritu Santo de la promesa”
(v.13b). La vida espiritual comienza
cuando el Espíritu Santo nos concede el nuevo nacimiento (Juan 3:5-8). Es Él quien nos convence de pecado, y nos da
fe para creer en Cristo. El Espíritu
Santo también nos da la seguridad de ser verdaderos hijos de Dios. Por eso Pablo afirma: “…habiendo creído en Él [en Cristo] fuisteis sellados con el Espíritu Santo” (v.13b).
En el primer siglo, personas importantes (como reyes y
emperadores) tenían sellos, los cuales aplicaban a documentos, etc. para
indicar que eran genuinos. Lo que Pablo
afirma aquí es que la marca de un verdadero creyente es la presencia del
Espíritu Santo en su vida. La tercera Persona de la Trinidad es “las arras de nuestra herencia” (v.14a). La palabra, “arras”, significa ‘garantía’.
Hasta el día de hoy se usa esta palabra en griego, y significa ‘anillo
de compromiso’. ¡Qué apropiado! El Señor Jesús ha dado a Su Novia (la
Iglesia) el Espíritu Santo como un anillo de compromiso, “hasta el día de la redención de la posesión adquirida”
(v.14b). En la cruz del calvario, el
Señor Jesús compró a Su Novia, con el precio de Su sangre; pero aún no llega el
día de las Bodas del Cordero. Hasta ese
día, la Novia tiene al ‘anillo de compromiso’ (el Espíritu Santo), como
garantía que un día su Novio volverá, para casarse con ella.
REFLEXIÓN: Tenemos tantas bendiciones espirituales, en Cristo; y cada
una de ellas es eterna. Por lo tanto,
nunca debemos estar tristes o desanimados.
Debemos vivir agradecidos a Dios, y alabando Su nombre (v.14c).
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