miércoles, 10 de octubre de 2012

'La Garantía de Nuestra Herencia' (Efe 1:11-14)



Si somos hijos de Dios (v.5), entonces somos Sus herederos (Rom 8:16-17).  Esta es la siguiente bendición espiritual que Pablo menciona (v.11a).  Él no detalla el contenido de esa “herencia”; simplemente afirma que somos herederos de Dios porque hemos sido “predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (v.11b).  Nuestra salvación está en las manos de Dios, porque el la ideó desde la eternidad. 

Pablo una vez más recalca que el propósito principal de nuestra salvación es la gloria de Dios (v.12a).  Sólo eso explicaría por qué Dios creó la raza humana, sabiendo que iba a caer en el pecado.  Él no creó la raza humana para su propia felicidad, sino para que la raza humana sea un instrumento para Su gloria.    Lo que es cierto de la raza humana en general, es aún más cierto de la Iglesia.  Ella también existe para la gloria de Dios.  Y la Iglesia es el conjunto de personas que han creído en Cristo (v.12b).

La frase, “nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo” (v.12b), refiere a los judíos.  Ellos fueron los primeros que creyeron en Cristo.  En el Antiguo Testamento, Dios habló de la venida del Mesías (= Cristo), y los judíos comenzaron a esperar Su venida.   Lo hicieron en tal manera que Pablo puede describir a Cristo como “la esperanza de Israel” (Hch 28:20).  Y aunque los líderes judíos rechazaron a Jesús como el Mesías, después de Su muerte y resurrección miles y miles de judíos pusieron su fe en Él.  La Iglesia cristiana fue, inicialmente, una Iglesia compuesta casi exclusivamente de judíos (Hch 2-7).   La elección de Israel, en el Antiguo Testamento, y todas las profecías dadas a los judíos acerca de la venida de Cristo, indica que los judíos conservan el derecho de ser los primeros en escuchar el evangelio.  Al judío primeramente…”, dice Pablo (Rom 1:16).  Ver Mateo 10:6 y Hch 13:26, 46.

El apóstol concluye esta lista de bendiciones espirituales hablando del Espíritu Santo (v.13-14). El Espíritu Santo es el instrumento por medio del cual Dios el Padre ‘sella’ al creyente (v.13).  Él fue prometido como una parte esencial del nuevo pacto (Joel 2:28; Ezeq 36:27; Is 44:3).  Por eso Pablo puede llamarlo, “el Espíritu Santo de la promesa” (v.13b).  La vida espiritual comienza cuando el Espíritu Santo nos concede el nuevo nacimiento (Juan 3:5-8).  Es Él quien nos convence de pecado, y nos da fe para creer en Cristo.  El Espíritu Santo también nos da la seguridad de ser verdaderos hijos de Dios.  Por eso Pablo afirma: “…habiendo creído en Él [en Cristo] fuisteis sellados con el Espíritu Santo” (v.13b). 

En el primer siglo, personas importantes (como reyes y emperadores) tenían sellos, los cuales aplicaban a documentos, etc. para indicar que eran genuinos.  Lo que Pablo afirma aquí es que la marca de un verdadero creyente es la presencia del Espíritu Santo en su vida. La tercera Persona de la Trinidad es “las arras de nuestra herencia” (v.14a).  La palabra, “arras”, significa ‘garantía’.  Hasta el día de hoy se usa esta palabra en griego, y significa ‘anillo de compromiso’.  ¡Qué apropiado!  El Señor Jesús ha dado a Su Novia (la Iglesia) el Espíritu Santo como un anillo de compromiso, “hasta el día de la redención de la posesión adquirida” (v.14b).  En la cruz del calvario, el Señor Jesús compró a Su Novia, con el precio de Su sangre; pero aún no llega el día de las Bodas del Cordero.   Hasta ese día, la Novia tiene al ‘anillo de compromiso’ (el Espíritu Santo), como garantía que un día su Novio volverá, para casarse con ella.

REFLEXIÓN: Tenemos tantas bendiciones espirituales, en Cristo; y cada una de ellas es eterna.  Por lo tanto, nunca debemos estar tristes o desanimados.  Debemos vivir agradecidos a Dios, y alabando Su nombre (v.14c).

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