martes, 2 de octubre de 2012

'La Diferencia entre el Justo y el Injusto' (Lam 3:42-66)



Jeremías terminó la sección anterior, exhortando al pueblo a evaluar bien sus vidas, y a volver a Dios en arrepentimiento (v.40-41).  Lo triste es que el pueblo de Dios le había sido infiel (v.42a), y Él ahora no estaba dispuesto a perdonar sus pecados (v.42b).  Al usar la frase, “tú no perdonaste”, lo que Jeremías quiere decir es que Dios no había cancelado la orden de castigar a Jerusalén (v.43a).  Al parecer, Dios no había escuchado la oración de Su pueblo (v.44). Y por eso, ellos seguían sufriendo terriblemente (v.45-47). Ante esa realidad, el profeta expresa su profundo dolor, “por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo” (v.48b).  Lloraba tanto, que sus ojos eran como “Ríos de aguas” (v.48a).  No cesaba de llorar (v.49a), porque Dios no cesaba de castigar (v.49b-50).

El problema para Jeremías no era sólo el sufrimiento de Jerusalén, sino su propio sufrimiento, a manos de sus enemigos – los mismos judíos (v.52-54 y 61-63).   Ellos persiguieron a Jeremías, porque él denunciaba sus pecados, y predecía el juicio sobre Judá.  La persecución fue totalmente injusta (“sin haber por qué”, v.52b). Jeremías fue echado en la cisterna (v.53), como leemos en Jer 37:15-16 y 38:6-10.  Aunque habría que notar que las palabras, “Aguas cubrieron mi cabeza” (v.54), son una expresión poética (Jer 38:6); no eran ‘aguas’ literales, sino ‘aguas’ de dolor y sufrimiento.  Quizá Jeremías tenía en mente Sal 69:1-2 o 124:3-5.

En medio de ese sufrimiento, Jeremías clamó a Dios (v.55), y Dios escuchó su oración (v.56).  El mensaje de Dios a Su siervo fue muy sencillo: “No temas” (v.57b).  La intervención de Dios animó mucho al profeta.  Él vio el sufrimiento de Jeremías, ‘abogó’ su causa, lo defendió, y redimió su vida (v.58-59).  La presencia de Dios, en medio del dolor, fue un gran alivio para Jeremías (v.57a).  Dios sabía perfectamente bien lo que los enemigos de Jeremías estaban pensando (v.60), planeando (v.61), y hablando (v.62).  Él era el tema de su “canción” (v.63b) – ‘canciones’ de burla y menosprecio.

Ante tanto odio, y animado por la intervención de Dios, Jeremías da rienda suelta a sus sentimientos, y pide a Dios que castigue a sus enemigos (v.64-66).  El lenguaje del profeta es fuerte (v.65-66):

Entrégales al endurecimiento de corazón; tu maldición caiga sobre ellos.
 Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh Jehová
                                                                                                     
Apreciamos la honestidad de Jeremías, pero nos preguntamos si estuvo bien decir eso   ¿No debió haber pedido a Dios que perdonara a sus enemigos?  Es interesante notar que tenemos el mismo sentimiento en Jer 11:20.  En ese caso, sus enemigos le estaban prohibiendo profetizar (Jer 11:21), y Dios pronunció juicio contra ellos (Jer 11:22-23).  Podría ser que lo que Jeremías dijo en Jer 11:20 fue provocado por la rebeldía del pueblo contra Dios, a quien Jeremías representaba (como profeta).  Ante la decisión de Dios de castigar ese pecado, Jeremías simplemente dio su, ‘AMÉN’.   El verso aquí, en Lamentaciones, es un eco de ese sentimiento.

REFLEXIÓN: Es importante notar el contraste entre el sufrimiento de Jerusalén y el sufrimiento de Jeremías.  Dios no defendió a Jerusalén, porque ellos eran culpables de pecado; pero sí defendió a Jeremías, porque él era inocente.  Si queremos experimentar la protección de Dios, debemos vivir como Jeremías (en obediencia a Dios), y no como Jerusalén.

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