Como ya hemos notado, Dios permitió
que Moisés pasara 40 años en el desierto, cuidando las ovejas de su suegro; lo
hizo, para quitar de él toda noción que él podía salvar a Israel de
Egipto. Los 40 años tuvieron el debido
resultado. Cuando Dios por fin llama a
Moisés, él no quiere ir. Ese es el tema
de este pasaje.
Moisés hace TRES objeciones al
llamado de Dios:
a. ‘No me creerán’ (v.1). Eso era cierto; por eso Dios le dio a Moisés
la autoridad para hacer tres señales (v.2-9) – señales que hizo, primero, ante
los ‘ancianos’ (Éx 4:30).
b. ‘No puedo hablar’ (v.10). ¿Sería cierto eso? Es probable que los 40 años cuidando las
ovejas en el desierto quitó de Moisés cualquier confianza que tenía de ser
capaz de hablar con elocuencia ante Faraón.
Sin embargo, Dios promete soltar su lengua (v.11-12).
c. ‘No quiero ir’ (v.13). Ante las respuestas divinas a las primeras
dos objeciones, Moisés finalmente le dice a Dios que simplemente no quiere ir;
y que por lo tanto, envíe a otro. ¡Qué
osadía! Dios se molesta con Moisés, y
afirma que enviará a Aarón para ser su vocero (v.14-17).
REFLEXIÓN: Es bueno sentirse indigno de servir a Dios, pero NO es bueno
levantar pretextos, y al final ser terco en nuestra desobediencia a Dios. El problema no era la falta de fe de los
‘ancianos’ de Israel, sino la falta de fe de Moisés - una falta de fe
que estaba poniendo en riesgo el plan de Dios para salvar a Israel de
Egipto. ¿Qué problemas estará
provocando nuestra falta de fe, y nuestra desobediencia al llamado de Dios?
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