viernes, 26 de octubre de 2012

'El Nacimiento del Libertador' (Éxodo 2:1-10)



En medio del sufrimiento del pueblo de Dios, una gran luz de esperanza comienza a brillar.  Un hombre se buscó una esposa, se casó con ella, y tuvo un hijo (v.1-2a).  ¡Nada fuera de lo común!  Sólo que en este caso, el que había nacido “era hermoso” (v.2b) – ‘hermoso’ ante los ojos de Dios (Hch 7:20).  La fe de los padres les llevó a entender que este niño tenía un propósito especial en los planes de Dios (Heb 11:23).  Por eso tomaron la decisión de colocarlo en el río Nilo (v.3). No lo pusieron en cualquier lugar, ni lo dejaron a la deriva, sino que colocaron al bebé cerca del palacio, esperando que Dios haga algo especial (v.4).  

Cuando la hija de Faraón vio la arquilla, hizo cuatro cosas inesperadas (v.5-9):

i.                    Mandó sacar la canasta del río.
ii.                   Tuvo compasión de un bebé llorando.
iii.                 A pesar de saber que el bebé era hebreo, decidió adoptarlo 
         (v.10).
iv.                Mandó llamar a la madre de Moisés, y pagó para que ella lo 
         criase.

Cada acción plantea una gran interrogante: “¿Por qué haría eso la princesa de Egipto?”  La única explicación coherente es que Dios estaba obrando en la mente de esta mujer, preparando el camino para la formación de uno de los más grandes líderes del pueblo de Dios de todo tiempo – MOISÉS (v.10).

REFLEXIÓN: Dios es soberano sobre los corazones y las mentes de las personas.  Fue Él quien guió a los padres de Moisés en todo lo que hicieron.  Y fue Dios quien guió el corazón de la princesa, para adoptar a Moisés.  ¿En qué manera se ha manifestado la soberanía de Dios en nuestras vidas?  Adoremos a Dios por la grandeza de Su poder y Su dominio sobre toda la vida.
 

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