domingo, 28 de octubre de 2012

'El Llamado de Dios' (Éxodo 3:1-10)



Por cuarenta años (Hch 7:30), Moisés se había dedicado a pastorear las ovejas de su suegro.  Un día, llevó las ovejas a un monte llamado Horeb (v.1b), donde le esperaba una gran sorpresa; algo que iba a cambiar su vida para siempre.  El Ángel de Jehová se le apareció en una zarza que ardía (v.2).  Ese Ángel era nada menos que el Señor Jesús.  Al acercarse a la zarza, Moisés escuchó la voz de Dios llamando su nombre (v.3-4).  La primera orden de Dios fue bastante solemne: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies…” (v.5a). La presencia de Dios convirtió el lugar en “tierra santa” (v.5b). 

Este énfasis sobre la santidad de Dios es muy interesante.  Siglos después, encontramos el mismo énfasis cuando Dios llamó a Isaías (Is 6:1-3).  Lo que las Escrituras nos enseñan es que si vamos a servir a Dios, lo primero que tenemos que aprender es que Dios es santo.  La santidad de Dios produce en el ser humano un profundo sentir de indignidad (v.6b; ver Is 6:5 y Lucas 5:8), que es uno de los requisitos más importante en el servicio de Dios.   

Habiendo puesto en claro Su santidad, Dios se identifica como el “Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (v.6a).   Quizá Moisés se había olvidado de su pueblo, pero Dios no.  Quizá Moisés se había olvidado del sufrimiento de su pueblo, pero Dios no (v.7).  Él había visto la aflicción de Su pueblo; había oído el clamor de su sufrimiento; y era consciente  de sus angustias.  Día tras día Dios era testigo de todo lo que los hijos de Israel sufrían a manos de los egipcios (v.9).

Pero si era así, ¿por qué Dios esperó tanto tiempo para salvarlos?   En primer lugar, porque Dios tenía que formar a Su siervo Moisés.  ¡Israel tuvo que sufrir cuarenta años más de esclavitud, porque el siervo de Dios aún no estaba preparado para el ministerio!  Pero la ‘demora’ también se debió a lo que leemos en Gén 15:13-16.  Dios había decidido que Su pueblo no iba a salir de Egipto hasta que “la maldad del amorreo” (es decir, los habitantes de la tierra de Canaán) llegara a su colmo.  Dios, en Su paciencia, estaba dando a los pecadores la oportunidad de arrepentirse, porque la salvación de Israel (de Egipto) iba a dar lugar al juicio de Dios sobre los amorreos.

REFLEXIÓN: Dios hace todas las cosas a su debido tiempo.  A veces nosotros estamos apurados, queriendo que Dios haga algo YA.  Pero Dios tiene Su tiempo para hacer las cosas, y debemos aprender a esperar el momento que Dios ha determinado para hacerlo (Juan 2:3-4).
 
¿Cuál es el plan de Dios para TU vida?   ¿Estás dispuesto a esperar “el cumplimiento del tiempo” (ver Gál 4:4)?   Pide a Dios que te prepare, para que estés listo para todo lo que Dios quiere hacer por medio de ti.

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