miércoles, 17 de octubre de 2012

'El Crecimiento de la Iglesia' (Efe 4:11-16)



Este pasaje es muy importante para entender la vida de la Iglesia.  El liderazgo de la Iglesia debe estar conformado por personas que tienen los dones mencionados en el v.11: “apóstoles…profetas…evangelistas…
pastores…maestros”.  Estos son los ministerios fundamentales en la Iglesia.  Para evitar confusión, habría que aclarar que un apóstol es una persona que tiene el don de fundar iglesias en ‘campos blancos’, donde el evangelio no es conocido.  En definitiva, un apóstol NO es una persona que se autoproclama ‘apóstol’, y que se impone sobre iglesias ya establecidas.  En cuanto a los “profetas”, ellos son personas que tienen la habilidad de escuchar la voz de Dios y trasmitirla a otros.  Por lo general, ese don se manifestará en la predicación de la Palabra, domingo tras domingo, por medio del pastor o ‘anciano’.  Pero dicha predicación no será ‘fría’, sino que será caracterizada por poder, autoridad, unción y la convicción de que Dios está hablando a Su pueblo.

El v.12 indica el propósito de los ministerios mencionados en el v.11.  No es acaparar todo el trabajo en la Iglesia, sino capacitar (“perfeccionar”) a los miembros de la Iglesia (“los santos”) para que ellos compartan el ministerio.  El verbo, “perfeccionar”, en el idioma griego, significa ‘preparar’ o ‘equipar’.  En Heb 13:21, este verbo (en griego) es traducido, “os haga aptos”.  Cada líder debe preparar a otros miembros de la Iglesia que tienen el mismo don espiritual.  Por ejemplo, si un líder tiene el don de maestro, debe estar discipulando a otros miembros de la Iglesia que tienen ese mismo don.  Y habiéndolos capacitado, debe delegarles un trabajo en la congregación.  En esa manera todo el cuerpo de Cristo será edificado (v.12b).

El propósito de Dios es que toda la Iglesia llegue a la madurez espiritual (v.13-15), no sólo los líderes.  Pablo señala varios aspectos de la madurez espiritual:

-         Conocer la doctrina cristiana (“la unidad de la fe”, v.13a).
-         Desarrollar una comunión íntima con el Señor (v.13b).
-         Llegar a ser un creyente completo (“perfecto”), que tiene todas las cualidades necesarias para reproducirse espiritualmente (v.13c).
-         Llevar la imagen de Cristo en nuestro carácter; tener Su “plenitud” en nosotros (v.13d).
-         Tener estabilidad espiritual, especialmente en lo que concierne nuestras convicciones doctrinales (v.14).
-         Evidenciar crecimiento espiritual (v.15).

Cuando una congregación tiene miembros de esa talla espiritual, que están bien unidos entre sí (v.16a), y que trabajan “según la actividad propia de cada miembro” (v.16b), entonces la Iglesia “recibe su crecimiento”, y se va edificando en amor (v.16c).  ¡Qué tremendo cuadro de la Iglesia!   Si tan solo fuesen así nuestras congregaciones, ¡qué impacto tendríamos en nuestra sociedad!  Esta es la clase de Novia que Cristo quiere tener (ver Efe 5:25-27).

Ahora bien, todo esto viene de Dios, por medio del Señor Jesucristo.  Es Él quien constituye el liderazgo de la Iglesia (v.11).  Es Él quien obra por medio del liderazgo de la Iglesia, para perfeccionar a los santos (v.12).  Es Él, por medio del Espíritu Santo, que produce el crecimiento y la madurez espiritual en los miembros (v.13-16).  Nosotros somos simplemente ‘colaboradores de Dios’; instrumentos en Sus manos para el bien de Su Iglesia.

REFLEXIÓN: ¿Estamos aportando al crecimiento de nuestra iglesia?  ¿Cómo?

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