Este pasaje es muy importante para entender la vida de
la Iglesia. El liderazgo de la Iglesia
debe estar conformado por personas que tienen los dones mencionados en el v.11:
“apóstoles…profetas…evangelistas…
pastores…maestros”. Estos son los ministerios fundamentales en la
Iglesia. Para evitar confusión, habría
que aclarar que un apóstol es una persona que tiene el don de fundar iglesias
en ‘campos blancos’, donde el evangelio no es conocido. En definitiva, un apóstol NO es una persona
que se autoproclama ‘apóstol’, y que se impone sobre iglesias ya
establecidas. En cuanto a los “profetas”, ellos son personas que tienen
la habilidad de escuchar la voz de Dios y trasmitirla a otros. Por lo general, ese don se manifestará en la
predicación de la Palabra, domingo tras domingo, por medio del pastor o
‘anciano’. Pero dicha predicación no
será ‘fría’, sino que será caracterizada por poder, autoridad, unción y la
convicción de que Dios está hablando a Su pueblo.
El v.12 indica el propósito de los ministerios
mencionados en el v.11. No es acaparar
todo el trabajo en la Iglesia, sino capacitar (“perfeccionar”) a los miembros de la Iglesia (“los santos”) para que
ellos compartan el ministerio. El verbo,
“perfeccionar”, en el idioma griego,
significa ‘preparar’ o ‘equipar’. En Heb
13:21, este verbo (en griego) es traducido, “os haga aptos”. Cada líder
debe preparar a otros miembros de la Iglesia que tienen el mismo don
espiritual. Por ejemplo, si un líder tiene
el don de maestro, debe estar discipulando a otros miembros de la Iglesia que
tienen ese mismo don. Y habiéndolos
capacitado, debe delegarles un trabajo en la congregación. En esa manera todo el cuerpo de Cristo será
edificado (v.12b).
El propósito de Dios es que toda la Iglesia llegue a
la madurez espiritual (v.13-15), no sólo los líderes. Pablo señala varios aspectos de la madurez
espiritual:
-
Conocer la doctrina cristiana (“la unidad de la fe”, v.13a).
-
Desarrollar una comunión íntima
con el Señor (v.13b).
-
Llegar a ser un creyente completo
(“perfecto”), que tiene todas las
cualidades necesarias para reproducirse espiritualmente (v.13c).
-
Llevar la imagen de Cristo en
nuestro carácter; tener Su “plenitud”
en nosotros (v.13d).
-
Tener estabilidad espiritual,
especialmente en lo que concierne nuestras convicciones doctrinales (v.14).
-
Evidenciar crecimiento espiritual
(v.15).
Cuando una congregación tiene miembros de esa talla
espiritual, que están bien unidos entre sí (v.16a), y que trabajan “según la actividad propia de cada miembro”
(v.16b), entonces la Iglesia “recibe su
crecimiento”, y se va edificando en amor (v.16c). ¡Qué tremendo cuadro de la Iglesia! Si tan solo fuesen así nuestras
congregaciones, ¡qué impacto tendríamos en nuestra sociedad! Esta es la clase de Novia que Cristo quiere
tener (ver Efe 5:25-27).
Ahora bien, todo esto viene de Dios, por medio del
Señor Jesucristo. Es Él quien constituye
el liderazgo de la Iglesia (v.11). Es Él
quien obra por medio del liderazgo de la Iglesia, para perfeccionar a los
santos (v.12). Es Él, por medio del
Espíritu Santo, que produce el crecimiento y la madurez espiritual en los
miembros (v.13-16). Nosotros somos
simplemente ‘colaboradores de Dios’; instrumentos en Sus manos para el bien de
Su Iglesia.
REFLEXIÓN: ¿Estamos aportando al crecimiento de nuestra iglesia? ¿Cómo?
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